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Sed de equilibrio

Sed de equilibrio

Si hay un mensaje que nos quedó grabado en los últimos años y que los medios se han encargado de difundir es el que tiene que ver con la importancia de hidratarnos a lo largo de todo el día. En tanto que el cuerpo humano está formado en un 60% por agua, expertos de todo tipo aseguran que debemos beber, al menos, de 2 a 3 litros de agua por día, lo que sería un equivalente a 8 vasos de agua diarios.

Pero la realidad es que a veces nos resulta difícil cumplir con esta tarea y, en otros casos, no tenemos incorporado el hábito de hacerlo. De todos modos, aunque parezca extraño, no hay evidencia científica que avale estas recomendaciones. El agua es sin dudas vital para nuestro organismo: transporta nutrientes y productos de desecho, regula nuestra temperatura, actúa como lubricante, es un amortiguador en nuestras articulaciones y desempeña un papel en la mayoría de las reacciones químicas que ocurren en el cuerpo.

Constantemente estamos perdiendo agua a través del sudor, la orina y la respiración. Años de afirmaciones sin fundamento en torno a la regla de los 8 vasos diarios nos llevaron a creer que sentir sed significa que ya estamos deshidratados. Pero la mayoría de los especialistas coinciden en que no necesitamos más líquido que la cantidad que nuestros cuerpos piden, cuando lo piden.

Y la realidad es que, por ejemplo, durante las comidas, no es aconsejable tomar mucha agua. ¿El motivo? El estómago necesita un entorno extremadamente ácido para digerir la comida. Si lo llenamos de agua, diluimos los jugos gástricos y, por lo tanto, su capacidad de digerir, además de hacer menos eficiente la eliminación de posibles patógenos (otro beneficio del bajo pH del estómago).

Por eso –en línea con lo que explica el español Marcos Vázquez, autor del blog Fitness Revolucionario- me gusta pensar que lo mejor es aprender a escuchar a nuestro cuerpo e hidratarnos cuando así lo sentimos. Personalmente no me cuesta hacerlo y tomo mucho líquido durante el día, me hace sentir bien. Y en este sentido todos los líquidos cuentan. No solo el del agua propiamente dicha, sino también el de los jugos, las infusiones, e incluso el de la comida -debería ser una fuente importante de agua-. Verduras, frutas, también la carne, el pescado y los huevos tienen un alto porcentaje de agua. Por eso es tan importante comer conscientemente y elegir los alimentos en su estado más natural.

En el caso de las bebidas, para que mis ingestas siempre tengan algún tipo de aporte nutritivo me gusta darles un toque personal. Por ejemplo, ahora que vienen los días de calor, una buena opción es preparar aguas saborizadas. ¿Cómo? Simplemente podés agregar unas rodajas de limón, pomelo, naranja ¡o incluso pepino! en una botella con agua y consumirla bien fría. Quedan riquísimas y son súper refrescantes.

El mate no puede faltar en mi día y me gusta tomarlo con una cucharadita de matcha (es el famoso te verde en polvo que tiene propiedades antioxidantes, combate el estrés y relaja el cuerpo). Lo pueden conseguir en el barrio Chino o alguna dietética de confianza. Al mate también pueden agregarle un poquito de aceite de coco, que es considerado un super-alimento y ayuda a prevenir infecciones y el ingreso de bacterias en nuestro organismo.

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