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Un camino para compartir

Un camino para compartir

Hace algunos años empecé a recorrer un camino que todavía transito y me abrió las puertas a un mundo donde el aprendizaje y el bienestar se volvieron consignas para una vida más saludable. Curiosa por naturaleza, desde chica me interesó investigar y conocer cómo funciona el cuerpo, cómo influye lo que consumimos en nuestro organismo y qué podemos hacer para llegar a la vejez de una manera más amigable.

La alimentación fue –y sigue siendo- un tema que me apasionó desde joven. ¿Qué impacto tiene lo que comemos en nuestro ánimo y en la energía con la que hacemos nuestras actividades diarias? El diagnóstico de celiaquía de mi hija Paloma y la enfermedad de mi papá me ayudaron a profundizar más sobre lo nocivos que pueden resultar ciertos alimentos como el azúcar, el gluten, los envasados y todo lo que contenga conservantes. Así, en ese proceso de aprendizaje y con la idea de acompañar a mi hija, pude comprobar de primera mano los beneficios de seguir una dieta libre de gluten. Además, eliminé de mi dieta los cereales, los procesados y reduje el consumo de azúcar, conocí las grasas y las proteínas de calidad y me abrí a las bondades de los alimentos en su estado más natural. Aprendí a hacer elecciones conscientes sin que esto repercuta en mi vida social o mi trabajo. Sé perfectamente cómo debo alimentarme y qué alimentos son los que le hacen bien a mi cuerpo sin renunciar a comer rico y variado. La mejora en mi estado de ánimo, energía y físico fue enorme.

También entendí que, sin un adecuado descanso, tener un buen estado de salud es casi un objetivo imposible. La falta de sueño altera el metabolismo, genera un consumo deficiente de calorías (que puede conducir a un aumento o descenso de peso) y repercute en el reloj interno que controla nuestros procesos vitales. Lo viví en carne propia: estuve un año entero sin poder dormir y, finalmente, cuando recuperé el necesario descanso, el cambio fue muy positivo. Mi piel se volvió más luminosa, mi expresión era diferente y empecé a moverme más, con más alegría y energía. Somos seres diurnos y esto implica dormir y ayunar de noche, movernos y nutrirnos durante el día.

El movimiento es otra de las palabras clave que se convirtió en una premisa para mi vida diaria. Después de cada uno de los cuatro embarazos, y especialmente en el de Lorenzo, la pérdida de masa muscular se hizo cada vez más evidente y sentí que era necesario hacer algo para recupera el tono que había perdido. Fue entonces que tuve la suerte de conocer un modelo de salud que tiene como objetivo formar y alimentar al músculo. ¿Cómo? A través de ejercicios que involucran a todo el cuerpo de manera coordinada. Así fue que empecé a entrenar solo con mi cuerpo. Después sumé peso libre y los resultados me impresionaron. Hoy hago trabajos que combinan la fuerza, la movilidad y la concentración. Al cabo de un año mi cuerpo se transformó: mucho más fuerte, erguido y con la musculatura que había tenido a los 16 años.

Y porque soy una convencida de que el conocimiento y las buenas experiencias hay que transmitirlas, quiero compartir con ustedes lo que fui aprendiendo a lo largo de estos años y que me ayudó a sentirme más a gusto con mi cuerpo y, sobre todo, en paz con mi mente y mi espíritu. Por eso Guiv, porque este proyecto (que tiene como cara visible una línea de cosméticos) está íntimamente vinculado a mi esencia, a la preocupación por la salud, el cuidado personal, el respeto por la naturaleza y por los otros y por transitar nuestra vida de forma armoniosa. Los invito a recorrer a través de recetas, consejos, información clara y videos un pedacito del camino que, con mucha paciencia y cariño, he transitado.

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